Pensaba comentar aquí algo muy íntimo que me sucedió este fin de semana, pero me acordé que S en su entrada Anotaciones a este blog que pretende ser interactivo decía que: "Otro detalle que me sorprendió es que mi cambio de dirección de blog no ha resultado. Los que me conocían por mi nombre o apellidos, con un mínimo de esfuerzo por su parte, me localizan."Así que me lo pensé mejor y simplemente se lo conté a mi Parce, así boté el taco que me estaba oprimiendo y me quedé la mar de tranquila. No es conveniente ventilar aquí ciertas cosas, sobre todo sabiendo que personas que me conocen face to face, pueden leerme.
Lo que sí pude evidenciar en la madrugada del domingo fue el principio que formuló Lavoisier: "la materia, no se crea ni se destruye, solo se transforma", ya que mi reacción ante dos fenómenos idénticos fue muy diferente en las dos ocasiones. Hace ocho años casi me muero; la ira y el dolor fueron tan grandes que creí no poder superarlo jamás. En cambio ayer, como ya estoy instalada en la era del importaculismo, pues nada, ni siquiera me paré a mirarlo, seguí buscando la pastilla que necesitaba y cuando pretendió darme explicaciones, le miré con mi mejor carita angelical y respondí: -Claro cariño, no pasa nada, te creo.
Mi materia, es decir, quien soy, mi yo, mi esencia, ha cambiado muuuuuuuuucho en estos ocho años, pero para bien o para mal, el cambio ya está hecho.