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domingo, 10 de noviembre de 2013

Mascarada

Es curioso que la persona que mejor me conoce, en la que confío plenamente y a la que primero le cuento todo lo que me pasa, sea alguien a quien no conozco personalmente.

Jamás hemos tenido un face to face en los casi siete años que llevamos de conocernos, ahora ya no estoy segura si son siete, seis o cinco, qué mas da, si me parece que la conozco de toda la vida...

Hace una semana tuve una experiencia muy fuerte para mí, algo que seguramente lo han vivido o lo viven en la actualidad muchas personas, que a lo mejor no tiene trascendencia para el común de la gente, pero que yo no voy a poder superar en mucho tiempo, incluso ahora que escribo, supuestamente con cabeza fría, no puedo evitar que los ojos se me encharquen al recordar ese momento.

Le escribí un correo contándole a grandes rasgos lo que me sucedía y al día siguiente me llamó. Me escuchó, me dio su apoyo, me animó; en síntesis, me hizo saber que ahí está para mí, que dentro de nuestras limitaciones, puedo contar con ella y eso se agradece un montón, porque el sólo hecho de hablarlo me es de mucha ayuda.

Días después pude hablarlo con alguien más, (mi mamá entre ellas) pero sentí que todas pasaron de mí, como si lo que me sucede no fuera importante, como si yo tuviera que aceptar mi vida tal como es ahora sin derecho a protestar, ni a decir ni mú. Es como si tuviera la culpa de esta situación, o que me angustio por nada, no sé, mejor no pensar...

Ya sé que no sirve para nada llorar ni lamentarme. También sé que no hago nada (ni lo haré) para cambiar la situación, y que por mucho que piense, me preocupe o lo que sea, todo seguirá igual por mucho tiempo.

Todos los que me rodean o me conocen creen que soy feliz, incluso la semana pasada dos personas distintas me dijeron el mismo día que no me imaginaban llorando o de mal humor, creo que será porque siempre estoy riendo y tratando de infundir positivismo a mi alrededor, lo que no saben es que soy como Garrick...



REÍR LLORANDO

Viendo a Garrick -actor de la Inglaterra-
el pueblo al aplaudirlo le decía:
“Eres el más gracioso de la tierra,
y más feliz…” y el cómico reía.

Víctimas del spleen, los altos lores
en sus noches más negras y pesadas,
iban a ver al rey de los actores,
y cambiaban su spleen en carcajadas.

Una vez, ante un médico famoso,
llegóse un hombre de mirar sombrío:
sufro -le dijo-, un mal tan espantoso
como esta palidez del rostro mío.

Nada me causa encanto ni atractivo;
no me importan mi nombre ni mi suerte;
en un eterno spleen muriendo vivo,
y es mi única pasión la de la muerte.

-Viajad y os distraeréis. -¡Tanto he viajado!
-Las lecturas buscad. -¡Tanto he leído!
-Que os ame una mujer. -¡Si soy amado!
-Un título adquirid. -¡Noble he nacido!

-¿Pobre seréis quizá? -Tengo riquezas.
-¿De lisonjas gustáis? -¡Tantas escucho!
-¿Qué tenéis de familia? -Mis tristezas.
-¿Vais a los cementerios? -Mucho… mucho.

-De vuestra vida actual ¿tenéis testigos?
-Sí, mas no dejo que me impongan yugos:
yo les llamo a los muertos mis amigos;
y les llamo a los vivos, mis verdugos.

Me deja -agrega el médico- perplejo
vuestro mal, y no debe acobardaros;
tomad hoy por receta este consejo
“Sólo viendo a Garrick podréis curaros”.
-¿A Garrik? -Sí, a Garrick… La más remisa
y austera sociedad le busca ansiosa;
todo aquel que lo ve muere de risa;
¡Tiene una gracia artística asombrosa!
-¿Y a mí me hará reír? -¡Ah! sí, os lo juro;
Él sí; nada más él; más… ¿qué os inquieta?
-Así -dijo el enfermo-, no me curo:
¡Yo soy Garrick!… Cambiadme la receta.

¡Cuántos hay que, cansados de la vida,
enfermos de pesar, muertos de tedio,
hacen reír como el actor suicida,
sin encontrar para su mal remedio!

¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!
¡Nadie en lo alegre de la risa fíe,
porque en los seres que el dolor devora
el alma llora cuando el rostro ríe!

Si se muere la fe, si huye la calma,
si sólo abrojos nuestra planta pisa,
lanza a la faz la tempestad del alma
un relámpago triste: la sonrisa.

El carnaval del mundo engaña tanto,
que las vidas son breves mascaradas;
aquí aprendemos a reír con llanto,
y también a llorar con carcajadas.

Juan de Dios Peza