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martes, 14 de agosto de 2012

Hablando de Enamoramientos...

Al hilo del post anterior y con algo que me comentó Sergio, me acordé de uno de esos “enamoramientos” que trascienden a los directamente involucrados, o afectados, dependiendo del cristal con que se mire… 

Siempre se me han pegado las cobijas, desde que tengo memoria me ha costado un montón levantarme temprano, y para mi desgracia, la mayoría de los jefes que tuve (por no decir todos), eran madrugadores. Así que tengo en mi haber de trayectoria profesional como funcionaria pública, las excusas más disparatadas e inverosímiles para justificar mis llegadas tarde a la oficina; desde un trancón en la autopista (que en Medellín lo llamamos “taco”) hasta decir que estaba enferma o en un velorio. Por suerte para mí, o fui demasiado convincente, o mis jefes se dieron al dolor de que yo siempre llegaba tarde 15 o 20 minutos y lo dejaron pasar. 

Pero volviendo al tema de los enamoramientos, tuve un jefe al que aprecié y admiré mucho profesionalmente hablando, el cual desde que llegó a la Institución venía con el claro propósito de tener “un enamoramiento laboral”. 

Me concedió una entrevista antes de posesionarse en el cargo para conocer mi versión de una reubicación de puesto del cual yo había sido víctima, ya que me habían trasladado de la Oficina Jurídica a otra Dirección, (en plan castigo) por algo que ni había hecho, ni en lo que tenía nada que ver, y él quería asegurarse como eran los hechos en realidad, enterándose de primera mano de las dos versiones. 
Congeniamos desde el primer momento y no sé porqué desde ese mismo instante en que nos conocimos tuvimos una complicidad que si bien nunca trascendió el ámbito profesional, si dio pie para varias confidencias a nivel personal. 

Una vez instalado me volvió a citar a su despacho. Pensé que era para solicitarme algún informe de actividades o para indicarme algo, lo normal en estos casos, pero cual sería mi sorpresa cuando me espetó la siguiente pregunta: -¿Cuántas funcionarias buenas hay aquí?- A lo que le contesté que contaba con el mejor personal y el más calificado en su materia, que no sólo las mujeres eran buenas, también los hombres se desempeñaban muy bien. Soltó una carcajada que se escuchó en todo el edificio. –No me has entendido. Me refiero a cuales son las funcionarias de buen ver y a las que les pueda caer.- 
Yo alucinaba pepinos en colores y lo miraba con ojos desorbitados, pero reponiéndome rápidamente de mi asombro le hice un listado de las cinco o seis que yo consideraba las más guapas y dispuestas a mantener un “affaire” con el jefe. Tomó atenta nota, me preguntó por el estado civil de todas y me dijo que porque no me había incluido en la lista. Le respondí que él no era mi tipo. Volvió a reírse con ganas y me dijo que me fuera a trabajar. 

Al cabo de un mes se corrió el rumor que ya le había tirado los tejos a cuatro de la lista, pero que todas, unas con más tacto que otras, lo habían mandado a freír espárragos. Hasta que le llegó el turno a B (por algo dicen que no hay quinto malo) y ahí sí ardió Troya…

Comenzaron el romance más sonado y vistoso de todos los que hubo en aquella Institución. No sólo por la forma metódica con que él la buscó y conquistó, sino porque además de él ser el jefe máximo y estar casado, ella era de las más jóvenes y nuevas funcionarias que había en ese momento. Así que la mayoría decía: “Pobrecita, es que claro, como está recién llegada y es tan sardina, no sabe como es la movida aquí”. Pero lo curioso es que nadie se escandalizaba y hasta nos parecía divertido poder ver a un jefe comportándose como un quinceañero. 

La única a la que no le hacía gracia el romance era a M, la secretaria del jefe, pues llevaba toda su vida acostumbrada a mandar en la sombra manejándole la agenda a los jefes y éste no tenía problema en recibir a su enamorada a la hora que fuera y sin cita previa, aparcando si era necesario para el efecto, cualquier reunión por importante que fuera. Hasta una vez creo que hizo esperar al Gobernador del Departamento antes que privarse de un beso apasionado de B. 

Yo por aquel entonces entre mis funciones tenía la de apoyar jurídicamente unas capacitaciones que se daban a los Municipios en materia de inspección, vigilancia y control de medicamentos y alimentos y ya varios nos la habían solicitado; pero en la dirección financiera no querían darnos la disponibilidad presupuestal para los viáticos de los funcionarios que íbamos a ir, y para colmo de males, el director de vigilancia y control tampoco estaba por la labor, al igual que la secretaria del jefe que siempre nos daba excusas de agenda para concertarnos una cita con él. Así que le dije a la coordinadora del grupo de alimentos y medicamentos: -Como no queda de otra, pidamos el favor a B que nos consiga la cita, ella que tiene línea directa con el jefe nos puede ayudar con ésto si quiere.- Así lo hicimos y para mi INRI, nos dio la cita a las 6 A.M., cuando mi horario de ingreso era a las 7:30 A.M. y yo llegaba casi a las 8. -¿Qué? ¿El doctor fue que se embobó?-, les dije cuando me vinieron con la noticia. -Sólo puede a esa hora, lo toma o lo deja-. 

Sobra decir que no llegué puntual. B y S ya estaban que se subían por las paredes temiendo que nos cancelara la cita por mi retraso, pero yo conozco mi gente y sabía que el jefe no desperdiciaría la oportunidad de empezar el día viendo a “su enamorada”. 
No se cortó ni un pelo cuando entramos a su despacho y literalmente se abalanzó sobre B y la besó en la boca apasionadamente. S y yo cruzamos unas miradas cómplices. Él estaba oyendo boleros y rancheras y la reunión transcurrió con aquella música de fondo. 
De pronto nos interrumpía para tararear alguna de las canciones y dedicársela a B. Nosotras (S y yo) pasamos de miradas cómplices a miradas de mortificación y casi histéricas al verlos a ellos que estaban como en otro mundo, “su mundo”. Hasta que no aguanté más y le dije con todo descaro: -“Doctor, nosotras lo único que necesitamos es que nos firme este memorando dando su autorización para los viáticos, estampe su firma aquí y los dejamos tranquilos que cuatro somos multitud.” 
Se rió con gana pero firmó inmediatamente. En ese momento sonó “Nos estorbó la ropa” de Vicente Fernández y él le subió al volumen mientras miraba a B con ojos soñadores. 

S y yo salimos sin siquiera despedirnos, total estábamos sobrando desde que entramos…

3 comentarios:

Sergio dijo...

Bueno, pues como has cumplido te comento lo divertido de la historia. Ese jefe lo era de la empresa pero no de sí mismo que se había vendido al amor. El estado en sí es muy grato si es correspondido y no se puede criticar como no se puede criticar una enfermedad mental. Cuando despertase de toda esa tontería ya le llegaría la penitencia en forma de vergüenza por haber sido el hazmereír de tantos. Vuestra reacción, la de iros, es la única que queda a los que están de más. ¿Quién quiere ser espectador de eso? Y así siempre, cada día. Sólo espero no haber perdido tanto la cabeza en mi vida pero tengo recuerdos vagos de que algo también la perdí un par de veces. No a ese extremo pero casi. Besos.

Novicia Dalila dijo...

¡¡¡Madre mía, parce¡¡¡
Aquí yo creo que nunca pasaría algo así tan tan tan evidente y a la vista de todos. Y menos que un nuevo jefe pregunte a alguien por posibles "presas" seguras.... Pero pasar, pasa, claro, aunque mucho más camuflado.
Lo de los acosos en el trabajo me parece lo peor que te puede pasar y si te toca ser víctima, tienes todas las de perder. Afortunamente en mi trabajo nunca se ha dado ningún caso de este tipo de abusos, aunque rollos sí ha habido, claro.
Y lo de llegar tarde... maja, tremenda suerte la tuya. Nosotros, como no nos controlan la hora (no fichamos) tuvimos un tiempo en que nos relajábamos y llegábamos cada día más tarde y encima nos bajábamos al almacén a tomar café, que entonces estaba allí la máquina, pues una vez llamó el jefe y claro, nadie cogía el teléfono y dejó un mensaje que decía (cone sa voz suya que acojona :S): "Novi (el mensaje es mi voz), una de dos: o llegais a vuestra hora o cambias el mensaje del contestador" (que decía que nuestro horario de oficina es de 8 a 4 )... Como ves, nada comprensivo es el menda :P

Un beso fortíiiiiiiiiiiisimo, parcerita.

Gemma dijo...

Y qué pasó? cómo se terminó? pero qué descarado! me ha hecho gracia imaginarte con los ojos desorvitados...jajaj y encima escuchando y cantando rancheras a esas horas de la mañana, si que estaba mal, sí :DD

Besosssss