Busca en mi blog o donde quieras

miércoles, 14 de febrero de 2018

Trinidad

Ella tiene un lío en la cabeza que ya no sabe como gestionar, después piensa -¿qué más da?- Y hace bien, porque pensar en eso es añadirse un problema que no lo es.

Recapitulemos:
Tiene un marido al que ama infinitamente, con un amor pausado, permisivo, tolerante, de madre, de aquellos que dicen al despedirlo cada mañana "mi Dios me lo bendiga y me lo cuide y la Virgen me lo lleve con bien", (frase que nunca había utilizado hasta ahora) y él, que jamás en sus casi 70 años había oído algo parecido ni por casualidad, responde automáticamente -Amén-, luego corre a la ventana que da al parquin para darle el último adiós, y si nadie la ve, echarle una bendición. Es un amor de cortarle las uñas de los pies sin enfadarse a pesar de sus protestas, y a la hora que él quiera, no puede ser un sábado o domingo por la tarde cuando ella está dispuesta porque él está haciendo la siesta, sino un martes a las once de la noche cuando él dice: -¡ya no me caben los zapatos en los pies de tan largas que tengo estas uñas!- Es un amor de reír en la cama antes de dormirse mientras se pega a su espalda buscando calor, de besos donde ya no hay pasión y de abrazos que ya no son preliminares de nada, pero que hace años los dos aceptaron pues con eso basta y sobra, aunque él se enfade porque ella se lo haya dicho al médico.
Pero cómo no va a amarlo con toda su alma si al regresar a casa y saber del porqué de su llanto le dice: -¿Entonces para qué me tienes a mí? Yo me organizo como sea, pero aquí estaré para cuidarte, tú no estás sola, anda, sécate esas lágrimas que aún no sabemos si es grave, que no lo creo, pero sea lo que sea, aquí estoy yo.-

Pero también está C con el que llevaba un par de meses "peleada" y tienen una ciber-relación hace un año. Él también está casado como no podría ser de otra manera, vive a miles de kilómetros, estuvieron a punto de encontrarse personalmente una vez pero las cosas no se dieron y para ella eso tal vez precipitó el enfriamiento que tuvieron, eso y que apareció un tercero en discordia, el caso es que durante el tiempo que estuvo sin hablar con C lo echó de menos, le hacían falta sus charlas, el que él estuviera tan pendiente de ella y el sentirlo tan cercano a pesar de la distancia. Es curioso como una cualidad de un momento a otro pasa a ser un defecto, lo que le encantaba al mirarlo y entre risas le decía -estás más salido que un balcón- al enfriarse su deseo sexual por él, pasó a ser un fallo imperdonable.
Lo eliminó de todas sus redes sociales, lo bloqueó, lo desterró de su vida, hasta que hace unos días por un canal que ella no tuvo en cuenta él le envió un mensaje y ella comprendió que ese hombre también la ama, es otra forma de amor, porque no necesita contacto físico, porque solo basta la voz, el verse a través de una pantalla, el enviarse mensajes o canciones, porque son así de cursis los dos, porque a sus años han vivido nuevas experiencias juntos, han soñado, han hecho planes para los dos, que seguramente no se realizarán, pero los hicieron, y porque para ella significó mucho que él le celebrara San Valentín ayer.

Por último está M, lo conoció cuando era una adolescente y solo recuerda de él unos besos en el portal de su casa y sus piernas apretando las suyas bajo las mesas de las heladerías del barrio donde vivían. No recuerda porqué con ella él se comportaba así, si ella era tan bonita, la sobrina de Pepita a quien todo el mundo conocía y quería, estudiaba en un colegio de señoritas bien, no era una chica para esconder, todo lo contrario, era una de las de mostrar, de esas que se llevan del brazo y un hombre se siente orgulloso de pasear con ellas, pero no, M la escondía, y lo peor fue cuando públicamente empezó a salir con una fea, ella lo toleró unos días, pero poco más, luego a otra cosa mariposa y sus caminos se separaron para siempre.
Hasta noviembre que una amiga en común le dijo -M supo que estás por aquí y me pidió tu número, ¿se lo doy?- Entre sorprendida y halagada le respondió que sí. No se vieron pero si retomaron el contacto perdido hace más de 30 años. Ella lo único claro que tiene ahora es que con M no hay, ni ha habido, ni habrá amor, porque entre ellos es un sentimiento inexistente, lo que siente es simplemente algo animal. Cuando hablan lo único que tiene claro es que él vuelve a seducirla como cuando era una cría, pero no le importa, hacía años que no le temblaban las piernas como ahora apenas con escuchar una voz, que no se sentía mujer de la cintura para abajo, que solo fingía, que su mar no se desbordaba a borbotones sin siquiera tocarse, y pensaba que eran inventos de novela rosa el que bastara imaginarlo por detrás mientras el agua caliente chorrea por sus nalgas, para correrse hasta sentir que las estrellas se precipitan sobre sus ojos... 

Y así está ella, con su Trinidad a cuestas, jodida pero contenta.

                    

lunes, 5 de febrero de 2018

La Piscina

Mi ex marido solía decirme que nadie cambia, simplemente se adapta. Sigo creyendo que es así.

Recuerdo cuando vine por primera vez a este país y empezó mi última guerra contra mi peso, (la cual ya lleva 14 años y contando) entre las medidas obvias a tomar fue la de inscribirme en un gimnasio, si no es el episodio más traumático de mi vida, puede tranquilamente ubicarse en el top cinco, recuerdo aquello como una pesadilla.
La gente que veía a diario porque siempre éramos los mismos, a duras penas me saludaba, y eso porque yo era insistente y les brindaba mi mejor sonrisa cada mañana.
La señora de la limpieza que fue la única que alguna vez me habló, fue para preguntarme como hacía para mantener mis uñas tan bien arregladas, pregunta que me extrañó mucho a lo que me respondió ella todavía más extrañada: -¿Pero tú no haces limpieza en las casas? ¿No eres sudaca?-.
Y ya lo peor fue la desnudez en el vestuario, recuerdo mi pudor tapando mi gordura como buenamente podía sosteniendo la toalla entre los dientes mientras me vestía, pero la gota que colmó el vaso fue el día en que al incorporarme después de amarrarme las zapatillas me encontré con un coño en toda mi cara, pues una muchacha se había agachado justo delante de mí, ese día llegué llorando a casa y jurando que jamás en la vida volvería a pisar un gimnasio.

Pero el tiempo pasa y aunque he sido fiel a mi promesa, jamás he vuelto a pisar un gimnasio, me he adaptado...

Hace unos meses voy a la piscina pública, para los que me conocieron en mi país, la Annie abogada estrato 5-6, podrían decir que sí cambié, yo sigo quedándome con la definición de mi ex, me adapté a este país, al pueblo que fueres haz lo que vieres.
Me costó tomar la decisión, tuve que vencer muchos prejuicios, pero cuando por fin me lancé al agua fue como un amor a primera vista que dura hasta ahora.
La piscina es hoy por hoy mi lugar favorito, la disfruto más cuando voy sola, porque cuando se pega L no para de hablar de sus cosas y no la soporto. 
Ya descubrí la hora perfecta para ir, es a las 13 horas, está casi vacía, y los pocos que van a nadar a esa hora tienen unos cuerpos que me dan un recreo a la vista inmejorable. Hasta los socorristas me hablan, creo que la cosa pinta bien.


Y mi experiencia en el vestuario ha dado un giro de 180º. Sigo tapándome con la toalla, no tengo la desfachatez para exhibir mis michelines a todo dios, pero ya no me incomoda la desnudez de las demás, ahora las observo con disimulo. Las señoras mayores, las gordas y las latinoamericanas así tengan cuerpos fabulosos, se comportan igual a mí, somos pudorosas, salimos de la ducha envueltas en la toalla y nos vestimos procurando no dejar mucha desnudez a la vista, algunas incluso, sobre todo las señoras mayores, ya salen casi vestidas de la ducha. En cambio las jóvenes o las que se saben poseedoras de esos cuerpos casi perfectos, esas malditas salen como pavos reales pavoneándose desnudas por todo el vestuario, algunas hasta chorreando agua que parecen haciendo un anuncio para la televisión, otras dando vueltas innecesarias haciéndose las que se les ha olvidado algo en la taquilla, todo para que las demás mortales nos muramos de envidia al verles los senos perfectos, el vientre liso y el culo redondo como un durazno. En fin, que cuando las miro sueño en que algún día con esfuerzo, dieta y sacrificio, (entran risas) lograré verme como esas diosas hechas mujeres.