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lunes, 23 de septiembre de 2013

De todo un poco...

Parezco una serpiente que muda su piel periódicamente y en una pieza, como si tirara de una media. Ellas lo hacen para crecer y además para reparar heridas y librarse de parásitos externos. Yo no he mudado mi piel para crecer, a no ser que engordar se entienda como tal, mi renovación va en el sentido que mucho de lo que era importante para mí en el pasado, ahora no lo es, de hecho pienso que ahora lo único que es realmente importante en mi vida son mi hijo y mi adosado. 

Quizás será por eso que ya no consulto mis correos con la misma frecuencia de antes, ni tampoco saco el tiempo para demorarme conectada a Internet a fin de visitar todas las páginas y blogs que me gustan, y mucho menos para contestar uno por uno los comentarios de los visitantes que tienen la amabilidad de tomarse la molestia de escribirlos. Se los agradezco de corazón y tan pronto pueda (dicen que mas vale tarde que nunca) les responderé como es debido, o mejor dicho, como ha sido mi costumbre.

He vuelto a retomar el facebook, aunque no con la misma pasión de antes cuando pensaba que era lo mejor que habían inventado en muchos años. Si bien gracias a esa red social me he podido reencontrar con amigos de infancia y adolescencia a los que les había perdido el rastro, porque la vida de todos da muchas vueltas y las comunicaciones otrora no eran lo que son ahora, tampoco es que la cosa sea para tirar cohetes.
No faltará el suspicaz que levante la ceja y piense que si hemos podido vivir sin vernos, hablarnos, oírnos y no saber nada de nada los unos de los otros, qué sentido tiene ahora revivir lo que tiene tufillo a muerto desde hace tantos años, pero sigo siendo muy boba y soñadora para ciertas cosas, y todavía me hace mucha ilusión el reencuentro con amistades de vieja data.

Cambiando bruscamente de tema, por estos días estoy volviendo a leer a Rousseau por enésima vez, y como siempre me pasa cada vez que lo releo, me hago las mismas preguntas: ¿Cómo es posible que el mismo tipo que se inventó la pedagogía como una forma de progreso, (Emilio, o De la educación) haya abandonado a los cinco hijos que tuvo en un orfanato? ¿Cómo uno de los precursores de la edad de la razón, se dejó arrastrar por sus pasiones de tal manera?
Pero luego dejo de mirar la paja en el ojo ajeno y me miro la viga en el mío y pienso que soy igual o más contradictoria de lo que él fue.
Pienso en mi gordo tan lejos de mí, en mi ex al que dejé literalmente abandonado a su suerte sin ni siquiera pestañear, en mi adosado al que siento que amo infinitamente pero a veces también odio al mismo tiempo, y la viga se hace tan inmensamente grande que no sólo me saca el ojo de su órbita, también se me clava en mi fibra más profunda y me duele, me duele mucho, algunos días más que otros...

1 comentario:

Sergio dijo...

Yo también creía antes en la perfección de los genios y yo también acabé reparando en que yo mismo no sigo ni mis reglas o normas más básicas. A veces atentamos contra nosotros mismos y lo hacemos inconscientemente(ya a sabiendas sería demasiado). Es un rasgo biológico ver antes los defectos del prójimo que los nuestros. Se supone que es para defendernos en caso de tener que mentir, que no se nos vea la mentira porque nosotros mismos no la veremos y nos habremos engañado. Lo leí hace tiempo en alguna de esas revistas de ciencia que leo(y me resultó especialmente triste). Rousseau en sus Confesiones que escribió como apócrifas y creo que salieron después de él haber muerto era prácticamente un canalla capaz de robar algo, echarle la culpa a la sirvienta y ver como la echaban de casa sin mover un dedo. Aún así no conviene tirar la toalla. El principio de toda cura es el reconocimiento del defecto. Y veo que el contacto con tu gordo no se pierde y últimamente es muy divertido. Besos.