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martes, 10 de abril de 2012

Olvido...

Se estaba olvidando de todo. De llamar a los que antes llamaba todos los días. De escribir a los que tenía que escribirle todos los días. De a poco se fue olvidando de los nombres. Solo dejó dos o tres o cuatro, de los más importantes, de los imposibles. Será decir que de los inolvidables, pero eso también es relativo. Se olvidó de los números de teléfono, de algunos amigos. Se olvidó de muchas palabras, tantas palabras, que a veces tuvo que dejar de pronunciar oraciones completas, porque no las encontró para seguir hablando. Luego, incluso, se olvidó de algunas letras y tuvo que decir palabras incompletas y eso le generó problemas de sentido. De dobles sentidos, mas bien. Se gastó más maniobras con las manos, para hacer saber que con “perr” quería decir “perro y no “perra”. Se le olvidaron las vocales y se le olvidaron cosas tan simples como coger el lápiz para escribir cualquier mamarracho de poema sobre la hoja vacía. Se estaba olvidando de todo. Un día cualquiera se olvidó de su segundo apellido. No del nombre ni del que le sigue. Solo el de la mitad. Se le olvidaron las rutinas: desayunar a las ocho, almorzar a las doce, comer a las seis, media mañana a las diez, media tarde a las treinta menos cuatro. Tanto se le olvidó que empezó a bañarse cuando ya estaba oscuro y a comer por la noche, cuando ella nunca, nunca jamás en la vida, probaba algo después de las ocho.
Fue desde ese día que todo empezó a quedarse en blanco. Ese día que blasfemó a siniestra y diestra y dijo que lo quería olvidar, que no quería volver a tenerlo en su memoria, ni en el rojo ese, ni en la planta de los pies. Y entonces le tiró el teléfono y le dijo que la batalla estaba perdida, que la guerra estaba perdida, que todo estaba perdido. Que ya no valía suplicar de rodillas, ni ninguna carta de amor. Ni siquiera si la escribía el propio Neruda. Que al diablo se fueran todas las mañesadas del amor. Que era el punto final y punto. Desde ese día, que le echó la maldición del olvido, el olvido empezó a hacer de las suyas y se fue llevando todo. Hasta el amor. Y el amor, que no es egoísta, hasta se la llevó a ella. De a poco se fue olvidando de todo. Lo primero fue el nombre de él. Después su apellido. El de la mitad.

6 comentarios:

Sergio dijo...

Qué bien conoces los síntomas del Alzheimer o sus efectos. A mí siempre me ha interesado escribir algo sobre el asunto porque da mucho juego y porque es la pérdida de memoria por partes y hasta cómo se pierden sentimientos lo que me hace reflexionar sobre si tenemos o no un alma. Si la desmemoria nos hace olvidar el amor... ¿qué somos? ¿Sólo maquinitas que si se rompen ya no tienen nada dentro? ¿Sólo somos materia sin alma que a la que tiene desperfectos no sirve? Mis respuestas en ese sentido son pesimistas.
Besos.

Annie dijo...

Sergio el post no va sobre el primo alemán... (Alzheimer) aunque se puede entender así.
Esta vez va simplemente de olvido, o por lo menos del proceso...

Besos mágicos cargados de energía positiva y feliz inicio de semana para nosotros que ésta se nos hará más cortica jajajaja

Novicia Dalila dijo...

Joer Parce, pues si ex Hou no ha acertado con el tema, yo menos, porque me hubiera puesto en el mismo bando que él...
El olvido es regulable a discreción? Yo creo que no. Creo que hay veces que quisieras olvidar y no puedes y otras, sin embargo, quisieras recordar más nítidamente ciertas cosas, a ciertas personas, y sólo eres capaz de visualizar una imagen borrosa....
Creo que la mente es caprichosa y funciona a su libre albedrío, sin tener en cuenta nuestras necesidades ni nuestros deseos...

Un beso muy fuerte, parcerita <3

Dr.Mikel dijo...

Ya me gustaráia también a mí olvidarme de muchas cosas, sobre todo de los recortes, de la crisis, de los mercados y sobre todo de ella, esa que me mortifica todos los días cuando la escucho al irme a la cama......
La Prima de Riesgo.

Annie dijo...

Muy cierto lo que dices Parce: "...la mente es caprichosa y funciona a su libre albedrío, sin tener en cuenta nuestras necesidades ni nuestros deseos..." Y tal vez por eso además de olvidar su apellido, el de la mitad, olvida otras cosas que no debería...

Tengo una cualidad y es que no soy rencorosa; no me lleno de resentimientos, ni me enveneno el alma pensando en el daño que me han hecho o en los desaires que he recibido, simplemente olvido...
Aunque en el proceso se pierdan vivencias que quisiera retener en mi memoria como grabadas a fuego.

Un fuerte abrazo parcerita de mi alma y mi cariño por siempre

Annie dijo...

Doc relax OM, OM, OM... jajajajajajajaja

Yo por eso apago todos los aparatos cuando me voy a la cama, para no escuchar nada que me mortifique.

Besos mágicos