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domingo, 5 de diciembre de 2010

Zarité


"En mis cuarenta años, yo, Zarité Sedella, he tenido mejor suerte que otras esclavas. Voy a vivir largamente y mi vejez será contenta porque mi estrella -mi z’etoile- brilla también cuando la noche está nublada. Conozco el gusto de estar con el hombre escogido por mi corazón cuando sus manos grandes me despiertan la piel. He tenido cuatro hijos y un nieto, y los que están vivos son libres. Mi primer recuerdo de felicidad, cuando era una mocosa huesuda y desgreñada, es moverme al son de los tambores y ésa es también mi más reciente felicidad, porque anoche estuve en la plaza del Congo bailando y bailando, sin pensamientos en la cabeza, y hoy mi cuerpo está caliente y cansado. La música es un viento que se lleva los años, los recuerdos y el temor, ese animal agazapado que tengo adentro. Con los tambores desaparece la Zarité de todos los días y vuelvo a ser la niña que danzaba cuando apenas sabía caminar. Golpeo el suelo con las plantas de los pies y la vida me sube por las piernas, me recorre el esqueleto, se apodera de mí, me quita la desazón y me endulza la memoria. El mundo se estremece. El ritmo nace en la isla bajo el mar, sacude la tierra, me atraviesa como un relámpago y se va el cielo llevándose mis pesares para que Papa Bondye los mastique, se los trague y me deje limpia y contenta. Los tambores vencen el miedo. Los tambores son la herencia de mi madre, la fuerza de Guinea que está en mi sangre. Nadie puede conmigo entonces, me vuelvo arrolladora como Erzuli, Loa del amor, y más veloz que el látigo. Castañetean las conchas en mis tobillos y muñecas, preguntan las calabazas, contestan los tambores Djembes con su voz de bosque y los timbales con su voz de metal, invitan los Djuns que saben hablar y ronca el gran Maman cuando lo golpean para llamar a los Loas. Los tambores son sagrados, a través de ellos hablan los Loas.

En la casa donde me crié los primeros años, los tambores permanecían callados en la pieza que compartía con Honoré, el otro esclavo, pero salían a pasear a menudo. Madame Delphine, mi ama de entonces, no quería oír ruido de negros, sólo los quejidos melancólicos de su clavicordio. Lunes y martes daba clases a muchachas de color y el resto de la semana enseñaba en las mansiones de los grands blancs, donde las señoritas disponían de sus propios instrumentos porque no podían usar los mismos que tocaban las mulatas. Aprendí a limpiar las teclas con jugo de limón, pero no podía hacer música porque madame nos prohibía acercarnos a su clavicordio. Ni falta nos hacía. Honoré podía sacarle música a una cacerola, cualquier cosa en sus manos tenía compás, melodía, ritmo y voz; llevaba los sonidos en el cuerpo, los había traído de Dahomey. Mi juguete era una calabaza hueca que hacíamos sonar; después me enseñó a acariciar sus tambores despacito. Y eso desde el principio, cuando él todavía me cargaba en brazos y me llevaba a los bailes y a los servicios vudú, donde él marcaba el ritmo con el tambor principal para que los demás lo siguieran. Así lo recuerdo. Honoré parecía muy viejo porque se le habían enfriado los huesos, aunque en esa época no tenía más años de los que yo tengo ahora. Bebía tafia para soportar el sufrimiento de moverse, pero más que ese licor áspero, su mejor remedio era la música. Sus quejidos se volvían risa al son de los tambores. Honoré apenas podía pelar patatas para la comida del ama con sus manos deformadas, pero tocando el tambor era incansable, y si de bailar se trataba, nadie levantaba las rodillas más alto, ni bamboleaba la cabeza con más fuerza, ni agitaba el culo con más gusto. Cuando yo todavía no sabía anda, me hacía danzar sentada, y apenas pude sostenerme sobre las dos piernas, me invitaba a perderme en la música, como en un sueño. “Baila, baila, Zarité, porque esclavo que baila es libre… mientras baila”, me decía. Yo he bailado siempre."
Isabel Allende
LA ISLA BAJO EL MAR

4 comentarios:

D.F. dijo...

“Baila, baila, Zarité, porque esclavo que baila es libre… mientras baila,,," No estoy yo muy seguro de eso... pero me ha gustado y mucho el relato....

Sergio dijo...

El relato es muy entretenido como suelen serlo los de esta autora. Hace un par de años la ví por Barcelona en Sant Jordi. Una mujer encantadora en persona, te lo aseguro. Besos.

Annie dijo...

Mi querido Temu te cuento que bailar es una terapia que físicamente nos mantendrá activos y siempre alertas, la danzaterapia ayuda principalmente a nuestro cerebro y nuestro estado de ánimo.

Se ha comprobado científicamente que el bailar tiene un efecto directo con el comportamiento cerebral. Disminuye la depresión y puede ser aplicado efectivamente en pacientes con problemas psiquiátricos. También ayuda a que la frecuencia cardíaca se eleve de forma saludable ya que es un ejercicio aeróbico lo que fortalece el corazón.

Los estados de ánimo también se ven beneficiados por el acto de bailar, por lo que es recomendado para aumentar los niveles bienestar así como a superar miedos e inhibiciones.

El estrés se libera a través de la práctica continua de la danzaterapia, ya que los músculos se relajan y la mente se concentra en la acción del baile produciendo un desapego a todo nivel del cuerpo de las aprensiones producidas a causa de los problemas de la vida diaria.

Los músculos y las actividades motoras se ven fortalecidas ya que el estado de alerta permite tener mayor control de los movimientos que realizamos, evitando caídas o golpes por malos cálculos en lugares estrechos o de difícil acceso.

Y la novela "La Isla bajo el Mar" de Isabel Allende es una pasada!!! Te la recomiendo.

Besos brujos

Besos brujos

Annie dijo...

Hou me lo creo, ya se nota en sus escritos y refleja en su semblante que es un encanto de mujer.

Besos brujos