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miércoles, 1 de diciembre de 2010

La infelicidad conyugal

Lev Tolstói y Sofia Andreevna Bers, también conocida como Sonia Tolstói
Una de las últimas postales de Tolstói y su esposa en Jásnaia Poliana.

A propósito del centenario de la muerte del clásico escritor ruso, una mirada a su obra desde sus sentimientos, desde su tormentoso matrimonio.

“Los matrimonios felices se parecen todos; los infelices lo son cada uno a su manera”. Todos recordamos el principio, conciso y desolador, de Anna Karenina. Más triste es descubrir que quizás el autor de esta frase y la mujer que la pasó en limpio tantas veces, pensaban ambos en su propio matrimonio mientras la copiaban. Lev Tolstói (1828-1910) y su esposa, Sofia Andreevna Bers, también conocida como Sonia Tolstói (1844-1919), habrían podido ser tan felices como cualquier otra pareja y tal vez lo fueron durante algunos años, pero al final de sus vidas terminaron siendo un matrimonio devastadoramente infeliz.

Cuando se casaron, en 1862, todos los caminos parecían abiertos. Sofia era una muchachita de apenas 18 años, que había crecido en una casa rica, llena de hermanas, alegre, y había recibido la mejor educación que podía esperarse en Rusia para una mujer de buena familia del siglo XIX: francés, piano, gramática, aritmética, costura y buenos modales. Lev, en cambio, a los 34 años, era ya un hombre hecho (aunque no tan derecho), que quería dejar una torcida juventud a sus espaldas (dos fracasos universitarios, estrepitosas pérdidas en el juego, fanfarronadas de cuartel, amores prostibularios, blenorragias, una escritura ya magistral pero todavía intermitente) y sentar cabeza al fin con el más tradicional de los métodos que existen: el apaciguamiento conyugal, o mejor, una esposa que domesticara y le pusiera riendas a su índole impredecible y salvaje.

El matrimonio era también, en términos de San Pablo, un “remedio para la concupiscencia”, es decir, una cura para esa imaginación desaforada de Tolstói, que veía en cada rostro bonito de mujer la promesa inmediata de una felicidad sin límites. Sofia era ingenua y virgen, no conocía ni a los hombres ni al mundo, pero antes de la boda, Lev quiso someterla a un primer tratamiento que le corriera los velos de la inocencia. Era una condición: se casarían solamente después de que ella leyera los diarios juveniles de Tolstói, en donde estaban narradas con detalle todas sus calaveradas, todos sus sueños mesiánicos, sus angustias de insano, sus grandiosos proyectos literarios y sus mezquinas acciones de joven noble y lascivo que seduce jovencitas burguesas y embaraza muchachas campesinas.
Sofia lee con asco y miedo todo lo que se esconde detrás de la fachada impecable de su novio, y a pesar de la repulsión y el asombro iniciales, lo acepta. Deja Moscú y se van a vivir a la casona en medio de las tierras del Conde Tolstói, en Jásnaia Poliana, a 200 kilómetros de la capital.

Sin contar viajes cortos, pasando por alto algunas temporadas en Moscú para que los hijos varones se educaran mejor, y sin contar la última y definitiva fuga de Tolstói, a los 82 años, en Jásnaia Poliana pasarían juntos casi medio siglo. Allí Sofia tuvo sus 16 embarazos y sus 13 hijos; allí mismo los amamantó, los crio y les dio las primeras clases; la crianza de los niños, la administración de la casa, el trabajo de la cocina y las órdenes a la servidumbre, corrían por cuenta de Sofia.
Ella era para su marido, como dice Sklovski, “la embajadora de la realidad”. El poco tiempo libre que le quedaba, lo dedicaba a pasar en limpio las obras que Tolstói iba escribiendo con una imperturbable y continua disciplina cotidiana. El conde, por la tarde, dejaba sobre el escritorio sus abigarrados manuscritos, llenos de tachones, añadiduras, arrepentimientos, escritos entrelíneas, horizontal y verticalmente, por delante, en los márgenes y por detrás. A la mañana siguiente, sobre el mismo escritorio y como por arte de magia, Tolstói encontraba sus enredos del día anterior perfectamente organizados, pasados en limpio con caligrafía clara e impecable. Y se ponía otra vez a escribir y a tachar.

Después del matrimonio, Sofia, como en adelante toda la familia Tolstói, empieza a llevar un diario. En él anota: “¿Por qué no hay mujeres geniales? No hay mujeres entre los escritores, los pintores, los compositores... Toda la pasión, todas las energías de la mujer se emplean en la familia, en el amor, en el marido, y sobre todo en los hijos. Las demás capacidades se atrofian, no se desarrollan, se quedan en embrión”.

8 comentarios:

Sergio dijo...

Qué fuerte ese final. A mí siempre me ha gustado Tolstoi como escritor. Mucho más que Dostoievski que sin embargo es más popular. Pero no conocía todo esto sobre su vida. Imagino que sería hijo de su tiempo. El muy desagradecido... Tenía una mujer que era una joya y el muy cabroncete todavía la minimiza a ella y a su sexo... Pero es que es así. Ser un genio de la literatura sólo te garantiza que eres eso, un genio en la literatura, pero puedes ser un perfecto subnormal en el resto de las facetas de la vida. La naturaleza compensa todos sus dones. Si te da de esto te quita de lo otro. Lo curioso es que su Ana Karenina fuera un retrato femenino tan interesante y tan elaborado. Conocía a las mujeres en un sentido pero las menospreciaba evidentemente en otro. Qué paradoja. Muy interesante el post. Me he animado a ver esa película reciente que dicen que hay sobre sus últimos años. Besos.

Annie dijo...

Hou pues coincidimos también en la fascinación por Tolstoi y sin duda "La Última Estación" es una película que debemos ver.

Precisamente respecto a esa última etapa de Tolstoi escribí hace mucho tiempo un post en un blog echado al olvido del cual te copio aquí algunos apartes:

"La imagen de la solitaria figura de una mujer madura, encaramada en puntas de pie sobre un cajón de madera, domina la escena. Es Sofía Andréievna Bers la esposa de León Tolstói, quien trata de vislumbrar —espiando por la ventana de una cabaña perdida en la estepa rusa— el cuerpo agonizante de quien fue su marido durante 48 años y a cuya cama no puede acercarse por exigencia de los médicos, de los hijos y del propio Tolstói. El escritor había huido de su casa de Yásnaia Poliana una semana antes, abrumado por los incesantes requerimientos de Sofia (a la que llamaba Sonia) para que le entregara los manuscritos sin publicar y los diarios íntimos en los que hablaba de ella...

...La misma noche de bodas el escritor cometió un error mayúsculo, que desviaría para siempre el cauce de su dicha: le dio a leer a Sonia sus diarios de juventud, en los que contaba con lujo de detalles sus borracheras y lujurias de oficial joven. Creía sinceramente que, al poner al descubierto las flaquezas de su alma, ella podría comprender con quién se había casado y perdonar las heridas futuras, pero lo que logró fue abrir las compuertas de un torrente de celos y resentimientos que ya no se detendría. Dos semanas más tarde, Sonia empezó a escribir su propio diario. Se levantaba en medio de la noche para espiar lo que el marido había escrito e imprudentemente dejaba al alcance de su curiosidad, el inventario de los agravios que le adjudicaba. Entonces empezaban las reyertas cada vez más crueles, las acusaciones de infidelidad y desamor. Y sin embargo, los dos se amaban con un ímpetu que no apagaron los años maduros ni la desastrosa convivencia.

El 28 de octubre de 1910 Tolstói empezó a morir. Ya había escrito que sólo en soledad se podía aproximar a Dios, y él quería creer en Dios pues era el único camino que le quedaba después de haber recibido la gloria en vida por Guerra y Paz, por Anna Kareninna, por los honores de los Zares, por los comentarios de los críticos y su título de noble. Un día exclamó “Señor, dame fe”. Ese día, sobre las seis de la mañana, como una sombra, salió de su habitación hacia la cochera de su casa y se metió en un carruaje que instantes más tarde se dirigía hacia el Cáucaso a paso muy lento. Tolstói había descubierto a su mujer, Sonia, hurgando entre sus papeles. Esa mujer que ya no estaba en su alma había sido su amor y su penitencia durante más de 40 años. Con ella había tenido 13 hijos y había vivido hasta las más íntimas sensaciones. No obstante los celos, que rompieron la unión espiritual el mismo día del matrimonio al mostrarle su diario repleto de mujeres y amoríos y que ella nunca pudo superarlo, terminaron por llevarlos al odio. Tolstói llegó a la estación de trenes y desde allí le envió su última carta a Sonia: "He hecho lo que es habitual a los viejos de mi edad; abandono esa vida mundana para pasar los últimos días de mi vida en el retiro y en el silencio"..."

Besos brujos

Torcuato dijo...

Antes de leerte este texto te digo:
¡Qué grande Diomedes!

Un besico.

Torcuato dijo...

Estoy en un 98% seguro que el gran error de Tolstoi fue darle a leer esos diarios. Creo que las mujeres prefieren no saber determinadas cosas.
Un beso, Annie.

D.F. dijo...

No sabría decir eso así de categórico...

florero_plus dijo...

En relación a leer o no esos diarios puedo explicar lo que una vez me dijo una maravillosa persona. Las mujeres no quieren ser las primeras sino las últimas (yo añado que desde luego lo antes posible).

Quizás Sofía fuera excepción pero no lo creo. El error de funcionamiento suele estar en el hombre.

De todos modos siempre me he preguntado si la simple fuerza bruta (física, patrimonial, ...)del hombre es la que mantiene a la mujer sin poder potenciar sus grandes capacidades.
Si la respuesta es que sí, que la fuerza es la única mantenedora de ese orden, termino por creer que la humanidad está peor de lo que decimos.

Te ruego me aceptes un beso, Annie.

Novicia Dalila dijo...

Si adaptásemos los hechos a nuestra realidad, veríamos cantidad de Sonias que siguen viviendo a la sombra de un hombre, absolutamente convencidas de que ese es su sitio correcto.
No sé si habrá mujeres que no quieran saber, como dice Tor. Creo que más bien no saben que hay cosas que aprender...
Yo creo que no podría vivir sin saber o al menos sin intentarlo....

Muchas gracias por esta historia, Parce. No la conocía en absoluto.
Y un beso enorme también :D

Doamna care plânge dijo...

no sabia todo esto de Tolstoi!!